Life is just a bowl of cheeries, so live and laugh, aha! Laugh and love, live and laugh, laugh and love, live and laugh at it all!

sábado, 20 de marzo de 2010

Fue el juego más bonito del mundo y al que se entregaron como los dos niños que eran.¡Ah, qué cosas maravillosas se dijeron! ¡Y qué juramentos eternos intercambiaron! La idea de que, al cumplir un mes, no habría nadie para poder mantener estas promesas los sumía en una turbación que saboreaban con contradictorias emociones, entre risas y lágrimas. Jugaban "al corazón" igual que otros juegan a "la pelota". La diferencia radicaba la diferencia radicaba en el hecho de que al ser sus propios corazones los que lanzaban, éstos debían ser muy hábiles para recibir sin hacerse daño. Un día -era el octavo día de juego-, el corazón de Raoul se hizo mucho daño y el joven detuvo la partida con estas extravagantes palabras: "Ya no me marcharé al polo norte".
Christine, que su inocencia no había pensado en esta posibilidad, descubrió de repente el peligro del juego y se lo reprochó amargamente. No contestó a Raoul ni una sola palabra y se marchó a su casa.

[...] Inmediatamente Raoul se arrodilló ante ella. Le juró que se marcharía a la expedición y le suplicó que nunca más lo privara de una sola hora de la dicha que le había prometido. Christine dejó correr sus lágrimas. Se besaban como un hermano y una hermana desesperados que acababan de verse amenazados por un dolor común y que vuelven a encontrarse para llorar a un muerto.
Súbitamente, se deshizo del dulce y tímido abrazo del joven, pareció escuchar algo que no sabía qué era... y, con un gesto seco, señaló la puerta a Raoul. Cuando estuvieron en el umbral, le dijo tan bajo que el vizconde apenas adivinó sus palabras:
- ¡Mañana, mi querido prometido! ¡Y alégrese, Raoul..., esta noche he cantado para usted!
Él no contestó.
Pero ¡ay!, aquellos dos días de ausencia habían roto el encanto de su dulce mentira. 

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